lunes, 25 de agosto de 2014

El arte como puente entre dioses

Según Nietzsche la creación del arte se da gracias a dos impulsos antagónicos: Apolo y Dionisos, ambos dioses se encuentran vinculados al arte y la música pero, generando percepciones completamente diferentes y necesarias entre sí.
Apolo nos deleita con sus bellas imágenes, ese mundo de apariencia es seguridad y serenidad la cual  nos protege en una zona de confort que puede llegar a impedirnos la búsqueda de la “verdad”, inexistente en el mundo apolíneo por su falta de belleza.
En cambio Dionisos no goza de ningún interés por deleitarnos, él cuestiona nuestra realidad en el estado de embriaguez, estado que se alcanza por medio de la unidad del excesivo dolor y el placer, cuestionamiento que parte de la construcción de nuestra subjetividad y la búsqueda del “uno primordial”.
Es allí en donde se encuentran estos impulsos tan opuestos y a la vez tan dependientes, esa necesidad de ir y volver, de soñar y despertar, de imaginar y crear. Cuando en nuestras vidas no soportamos la carga de realidad, en el momento que esa verdad dionisíaca nos ha llevado al hastió es cuando necesitamos regresar a nuestro mundo onírico, mundo creado por nosotros y por ende perfecto.

El medio en este caso que nos permite ir de un lugar a otro es el arte, esas creaciones artísticas que nos llevan a la catarsis de lo que somos y que surgen a partir de nuestros sueños oníricos, esa necesidad de representar nuestras imágenes idealizadas o sublimes, las cuales nos permiten soportar la realidad sin perdernos en los límites de lo apolíneo y lo dionisíaco. 

sábado, 9 de agosto de 2014

Haiku

Oshima Ryota (1718-1787)
¿Quién desvela allá
con la lámpara encendida?
Lluvia fría de medianoche.

Ryokan (1785-1831)
El ladrón
se llevó todo.
Salvo la luna de mi ventana.

Suzuki Masajo (1906-2003)
Las hierbas secas...
Hasta su color me daña los ojos.
He sido infiel.

Salvo algún hombre,
nunca he robado nada.
Levanto la persiana de bambú.

Se hunde el cuchillo
en el melocotón blanco
como en un cuerpo.


kuroyanagi Shoha (1727-1771)                                  
La flor de la camelia
que iba a caer
está presa en las hojas.

Kuribayashi Issekiro (1894-1961)
Mientras lo corto
veo que el árbol tiene
serenidad.

Qué tranquilo se ve
en la cuadra
el caballo que mato a su jinete.

Lida Dakotsu (1885-1962)
Un cadáver
y el viento de otoño juguetea
en los orificios de la nariz.

Matsuo Basho (1644-1694)
Bajo un mismo techo
durmieron las cortesanas,
la luna y el trébol.